las margaritas se reunieron esta noche en el jardín, y hablaron de cómo perdieron su virginidad, y como hablaron de eso y de aquello que está prohibido, abrieron sus pétalos y sus hojas diferenciadas y mostraron la inflorecencia milenaria que atrapa los insectos y los envuelve en sus polvos milagrosos...
"las margaritas no son vírgenes ya!" gritaron las antonias azules y los gatos de caras triangulares se escondieron por primera vez del jardín, que parecía una orgía de vegetales...
yo observaba escondido, no queria perturbar el desorden.... ponio miraba otra esquina cómo los números armaban intrincados ángulos y no escuchaba nada de esto y yo no escuchaba nada de aquello.
tras la cadena de las montañas más allá de la luna se escuchaban las cantilenas de los labradores de piedras que regresaban a sus hogares tras ardua tarea, recogerían las margaritas maduras como sandias rojas, como pomelos amargos...
los niños se adelantaron por las bajadas de las cadenas a recoger la fruta que aliviaría la sed del cansancio y se encontraron con un enjambre de insectos en plena faena polinizadora nocturna. Sin poder coger fruta alguna los niños se acostaron a la sombra lunar de los alamos blancos y se taparon con las enredaderas de coroliandros verdemarinos, y soñaron, soñaron que eran peces...
y yo salí al encuento de las sombras, entre los cuerpos de los niños bañados por la leche lunar, y pasé entre los cuerpos mustios y recogí los hongos húmedos y los ofrecí en mi invisibilidad a los adultos que se habían quedado mirando a las margaritas deshojadas de su orgía violenta.
ponio descubría el último misterio de los números aquel que nadie conoce ni conocerá ya que él no habla con extraños, como yo... mientras yo lanzaba esporas al cielo para levantar una nueva generación de hongos venenosos y de cicadas blancas de frutos almendrados y confitados.
los labradores se dormirán en sus viviendas imporvisadas mientras sus niños se secarán bajo la luna espectadora, muda, frágil e insolente.
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