...y mientras las ardillas terminaban su escondrijo en el árbol del frente de nuestra vieja casona, presurosas de que la noche no les alcanzara... la música indefinible se escuchaba en toda la gran estancia donde los ventanales protagonizaban la historia con un sol anaranjado de atardecer. Mi hermana, la menor presionaba al piano, su figura era más alargada por el sol de atardecer...mi madre corría ligera y nerviosa de la cocina a la estancia de la estancia a la cocina mientras las margaritas se apuraban a cerrarse frente al monstruo nocturno, mi madre traía comistrajos, bebestibles para la ceremonia, mi padre contra el muro del piano, mis hermanos pequeños sentados en una ronda de flores, más personas caminando nerviosas, sin hablar, en susurros indescriptibles, en la pieza, aquella de la puerta negra, un rumor como de insectos en plena faena dejaban anticipar la verdadera fiesta que se produciría...
Mientras yo aleteaba, llevaba la jardinera morada bordada por la hermana muerta de mi madre, llevaba la regadera para dar de beber a las margaritas, las hortensias sedientas y pusilánimes, llevaba agua a los gladiolos incendiados, a los retamos desnudos. Alguien me decía que me aquietara...mi madre comenzaba con su llanto silencioso a llenar las copas, el vino y la sangre presentes... mi padre contra el muro inmóvil, mi hermana agitando el piano en endemoniadas células musicales...los niños aleteando en el suelo...los vidrios vibrando cada vez más...
se produce el evento, la puerta negra deja salir el cortejo de mujeres cubiertas, la silla de ruedas de mi abuela traen al monstruo, todos se dispersan dejando el espacio necesario, los adultos comen como si se tratara de una fiesta familiar, pero ahora todos hacen ruidos, conversan de lo cotidiano, del dia y del sol, del trabajo y la música del bosque, de las montañas y de la vecina preñada, de la navidad y las bolas de colores,...mientras la anciana casi inmóvil estira su bastón indicando a un inocente que aletea en el círculo lleno de flores inocentes...el cortejo se acerca al niño que con rostro incomprensible se levanta sin ejercer resistencia...las conversaciones son semi interrumpidas por las miradas disimuladas al evento, mientras los tonos vocales se hacen más fuertes, los temas más pueriles, que las hormigas del granero, que los libros antiguos, que la copa del pino que indica el cielo del norte, que los retamos no tienen hojas, que el mate se humedeció este invierno, que los perros ladran cuando tienen miedo, que...
yo olvido que soy mudo, indico, gimo, aleteo disparo cosas al viento, mi padre se da vuelta y en discreta señal me hace saber que me debo sumergir en mi habitual mutismo, no me salen palabras, no me salen sonidos, mientras la abuela abraza con sus brazos negros al niño escogido... el piano distorsiona el aire en moléculas nerviosas, la abuela y el cortejo se regresan a la pieza negra, la puerta se cierra dejando tras de si un silencio tan oscuro como la noche que se apodera del lugar... mi madre, mi padre, mis tios, mis hermanos, todos se silencian y comen de las esquiciteces que han sido preparadas, yo miro la puerta negra y no quiero oir los sollozos del niño, ni los gritos, ni el sonido de su cuerpo despedazado... miro a mi madre a mi padre... la nueva sangre ha dado vida otra vez...
Sunday, July 27, 2008
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