...una vez mientras me vestían quedé paralizado frente al polvo que flotaba en los hilos que el sol lanzaba a través del aire de mi pieza... mientras me perdía en el infierno del aire inmóvil, la mujer que me vestía que no era mi madre, hablaba en idiomas desconocidos para mi...
un hombre grande y viejo segaba los árboles de la quinta, y yo corría raudo a recoger las ramas, mudo y silencioso con canciones en mi cabeza...
traía como podía la poda de la villa, no me importaba que me rasgaran la piel, no me importaba que los insectos se subieran por mis piernas y me picaran, no me importaban las arañas ni las garras, ni las almendras ni las alcancías que mis hermanos hacían sonar para que no me alejara de casa... nada podía contra el maleficio y el magnetismo de aquellas ramas sacadas de cuajo de los árboles de raices milenarias...
llegaba al jardín donde las carlotas crecían en timidez y pureza, las arrancaba con cierta pena para abrir paso a los nuevos árboles... mi madre llamaba desde la ventana, yo tragaba las manzanas y las ramas y volvía al jardín donde morían lentamente las ramas, todo...todo ... todo para dar paso a un nuevo conocimiento que adquiría con un dolor tan grande como la vida misma...
Thursday, January 22, 2009
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